Supervisión musical
Cuando se trata de retratar una época, la música es de las partes más ilustrativas de todas. Consigue ubicar y conectar rápidamente con el espectador a través de canciones conocidas, sonoridades concretas, e incluso solamente leyendo ciertos nombres que han dejado huella a nivel social y cultural, como es el caso de la banda disco española que aportó una mirada distinta a la música de finales de los 80 y principios de los 90: Locomía.
Para hacerlo, Kike Maíllo regresa a la gran pantalla con «Disco, Ibiza, Locomía», un biopic del icónico grupo musical conocido por sus hombreras y abanicos XL que transporta al espectador a la nostalgia pop de finales de los años 80 y principios de los 90 y reflexiona sobre el auge y la caída y la obsesión por el éxito. La película, donde hemos realizado toda la supervisión musical, llega a los cines este 17 de mayo de la mano de la productora independiente Nadie Es Perfecto, en coproducción con La chica de la curva y SDB Films, con la participación de Atresmedia y Netflix. El largometraje, protagonizado por nombres nacionales como Alberto Ammann, Jaime Lorente, Pol Granch o Blanca Suárez, mostrará las difíciles decisiones que tuvieron que tomar los integrantes del grupo, sacrificando su libertad y enfrentándose a una fama sin precedentes.
Para hablar de supervisión musical, debemos tener en cuenta muchos factores implicados. Por un lado, está el concepto musical creativo, donde buscamos la coherencia con el resto de los aspectos de la película que marcan el tono: actores, fotografía, dirección… En definitiva, todo lo que configure la estética del film. Una vez tenemos escogida la línea creativa, entran en juego muchas variables determinantes a la hora de saber si podremos contar o no con cada una de las canciones, por ejemplo, el presupuesto destinado a las músicas o el derecho moral de los autores de querer o no aprobar las licencias. En este punto, empieza un trabajo de gestión que permite ir equilibrando los presupuestos según los estimados económicos que nos proporcionan los titulares de derechos, y empiezan también nuevas rondas de propuestas creativas en caso de no obtener aprobación, sea cual sea el motivo. Para ello, el tiempo es un factor clave, y el hecho de entrar en las primeras fases del proyecto es crucial para poder desarrollar el trabajo de forma óptima. Encontrar el equilibrio es saber ver dónde vale la pena apostar por temas icónicos, dónde rescatar pequeñas joyas musicales de repertorios menos conocidos o dónde optar por ambientación con librería. En la virtud de combinar estas tres variables se encuentra el éxito.
El proceso creativo para seleccionar el soundtrack de la película duró dos meses y medio. De la mano del director, tuvimos sesiones de escucha para crear un concepto musical acorde con la estética y contexto temporal del film. Las referencias estaban claras: disco, italo-disco y pop tanto nacional como internacional. Queríamos una buena combinación de temas que nos aportaran diferentes valores y, a su vez, tuvieran relación y coherencia entre sí.
Uno de los mayores hits que suena en el film es «Gold» de Spandau Ballet, tema icónico lanzado en 1983 que fusiona elementos del new wave y el pop con un ritmo muy distintivo. La letra precisamente habla de ambición, éxito y búsqueda de grandeza, temática que critica el film de Maíllo. La melodía pegadiza y su estribillo memorable hicieron de esta canción una de las más emblemáticas de la década de los 80, que aún resuena en la cultura popular.
Siguiendo con el sonido ochentero apostamos por «Never Can Say Goodbye» de The Communards, un tema originalmente interpretado por The Jackson 5 en 1971 pero que fue popularizado por la banda inglesa en 1987 presentando un estilo dance-pop característico de la década. La canción trata sobre la lucha de alguien para superar una relación pasada. El arreglo musical de Jimmy Sommerville es enérgico y optimista, lo que contrasta con la melancolía de la letra. Desde el principio el director quería apostar por este tema icónico que, finalmente, podemos escuchar en la peli y llenarnos de buenas sensaciones.
En el largometraje también podemos escuchar joyas menos conocidas como «High Energy» de Evelyn Thomas, que es un himno disco que irradia una energía electrizante y una pulsante sensación de euforia, con sus ritmos contagiosos y letra optimista. Un tema de esos que te obliga a hacer Shazam si no lo conoces. A nivel nacional apostamos por el icónico Tino Casal y su «Embrujada», que propone un viaje místico a través de sus ritmos electrónicos hipnóticos y la voz seductora del cantante, fusionando la elegancia del pop con la oscuridad del new wave en una melodía hechizante. Cuenta con todos los elementos sonoros que buscamos para la película.
Quién no conoce la mítica melodía de «Smalltown Boy» de Bronski Beat, un himno de la comunidad LGBTQ+ que captura la lucha por la aceptación y la libertad en una sociedad intolerante, con su cautivadora melodía synth-pop y una letra conmovedora, escogida para uno de los puntos de inflexión de la película. Con este tema tomamos la decisión creativa de jugar con su versión acústica a piano, dramatizando la escena y demostrando el poder de la música para reforzar emociones concretas en cada momento.
Y finalmente, no podíamos basarnos en el italo-disco sin escuchar italo-disco: «Tutto va bene quando facciamo l’amore» es un tema de Alex Rossi, un artista muy poco conocido. Es una pequeña joya que hemos rescatado para ambientar un momento de pasión, con una melodía envolvente que refleja la intimidad y la conexión profunda entre amantes, creando una atmósfera de euforia y entrega total a la experiencia del amor físico y emocional, algo que todos los personajes del film predican con su estilo de vida.
A finales de los 80, España abrió las puertas al mundo permitiendo que las influencias europeas empezaran a entrar con más facilidad. A nivel musical, las bandas internacionales ya estaban consagradas y gozaban de gran popularidad, y eso picó la curiosidad de productores nacionales que empezaron a apropiarse de estas influencias para crear un producto original y exitoso.
El impacto del grupo Locomía en el panorama musical español a finales de los 80 y principios de los 90 fue notable debido a su estilo extravagante y su enfoque innovador en la música y la moda. Con su imagen única, que incluía vestimenta llamativa, peinados elaborados y coreografías teatrales, Locomía se convirtió en un fenómeno cultural que capturó la atención del público y los medios de comunicación. Su música, una mezcla de pop, dance y ritmos latinos, combinada con su espectacular puesta en escena, les permitió destacarse en un momento en que la escena musical española estaba experimentando un cambio hacia géneros más electrónicos y bailables. Locomía contribuyó a popularizar el concepto de la música y el espectáculo como una experiencia visual y auditiva completa, dejando una huella duradera en la cultura pop española de la época y hasta hoy.
Aunque el origen de las canciones de la película es muy dispar con el trabajo de supervisión musical conseguimos crear una sonoridad propia a la película, protagonizada por los sintetizadores, melodías enérgicas y ritmos muy marcados. Esta coherencia sonora es lo que dota de concepto musical al largometraje, y nos permite, afortunadamente, revivir una época llena de luz. Descubre la playlist oficial de «Disco, Ibiza, Locomía» en el canal de Spotify de Konga Music Agency.