Quedan pocos artistas que conciban un álbum como un trabajo conceptual en sí mismo, que busquen coherencia entre sus temas y que nada sea arbitrario durante la escucha completa del disco. “Motomami” de Rosalía es un buenísimo ejemplo de calidad musical y concepto discográfico que, aunque muchas manos han tocado cada composición, todo tiene un por qué.
Podríamos usar varias palabras para resumir esta producción: futurista, minimalista, revolucionaria… Pero sin duda “fusión” sería de las más adecuadas. Rosalía ha dado un paso al frente en un momento donde la música no para de sufrir cambios, tanto a nivel de composición, y producción, como en el consumo. Trabaja para recuperar sus raíces y gustos musicales y también incorpora algunas técnicas de producción de lo más actuales. Algo que para muchos puede parecer un “mix&match” sin sentido, pero que si nos adentramos un poco en la producción, entenderemos el por qué de cada cosa.
El álbum cuenta con bulerías, jazz, reggaeton, bachata, baladas, acordes imposibles, covers, samples y la voz desnuda de Rosalía en cada tema, pura sensibilidad. Y aunque parezca que la producción es complicada y rebuscada, lo cierto es que en todos los temas podemos percibir el minimalismo absoluto: percusión muy ecualizada y algunos acordes que acompañan a la melodía principal que interpreta la voz, que en la mayoría de los casos, no lleva ni un filtro de reverberación. Eso hace que en todo momento suene en un primer plano y muy muy cercana.
La catalana ha querido aunar en este trabajo todos los estilos musicales que le gustan y le han inspirado a lo largo de su vida. Eso le ha llevado a fusionar improvisaciones de jazz con un crudo reggaeton como podemos escuchar en “Saoko”, o baladas melódicas con percusiones duras, autotune y samples en un mismo tema, como es el caso de «CUUUuuuuuute«.
Se luce vocalmente con “Hentai” o “Sakura”, dos baladas con melodías de lo menos convencionales, elementos flamencos y hasta mágicos.
Y por supuesto «G3 N15«, un tema dedicado a su sobrino (Genís) donde le cuenta cómo es vivir en Los Angeles, con pura emoción hasta el final del track, donde podemos escuchar un mensaje de voz de su abuela hablando de Dios y la familia, un audio que se acompaña de las notas que se escuchan en los típicos relojes de toda la vida.
“Delirio de grandeza” o “La Fama” son temas con un aire latino mucho más clásico. En el caso del primero, un Cover de la canción homónima interpretada por Justo Betancourt. En cuanto a “La Fama”, es uno de los primeros temas del disco que vio la luz, una bachata donde colabora The Weekend, saliendo por completo de su zona de confort, unas producciones mucho más ochenteras.
Todas estas contraposiciones estilísticas y elementos a priori poco coherentes entre sí, tienen un hilo conductor conceptual a lo largo de los 16 temas. Si escuchamos las letras, Rosalía rompe con los recursos poéticos y los versos adecuados que hasta ahora habíamos escuchado en Los Ángeles o El Mal Querer, dando paso a un lenguaje mucho más duro, con jerga actual, propia de las calles de Miami y de internet, entorno en el que Rosalía ha sido más criticada como artista. Temas como “Bulerías” o “Diablo” son algunos de los más evidentes donde la artista deshecha su bondad, y responde al aluvión de críticas que durante años ha recibido por componer e interpretar canciones con mensajes claros y contundentes, y un estilo poco tradicional.
En definitiva, Rosalía ha vuelto a hacerlo. Ha vuelto a estar en boca de todos con un álbum imposible de categorizar. Ha plasmado su esencia en 16 originales temas, sin miedo. Ha desgranado la producción musical y la ha hecho suya fusionando estilos y elementos musicales totalmente antagónicos. Y ha seguido siendo artista.
Si quieres descubrir más sobre las bases musicales que está plantando Rosalía, no te pierdas nuestra playlist «In style of: Rosalia’s Motomami», donde podrás escuchar algunos de los mejores temas del panorama musical.